Conocer el Valle de Aconcagua y subir hasta la frontera






Fue nuestra experiencia de hoy.
Partimos temprano, muy cansados del día anterior en el cual tuvimos oportunidad de estar sobre la arena de Papudo viendo la noche desplegarse por sobre las olas.
Aprovechamos de dormitar, pese a la música que nos empujaba a bailar. Pero no, era un día para nuevas emociones.
Pudimos conocer el corredor fronterizo de mayor movimiento: 800 camiones por día fluyen por él. Primero conocimos el esfuerzo que hace Chile para cuidar la riqueza de su agricultura.
Admiramos la forma como los proyectos de exportación han sembrado de huertos los cerros, con uso de tecnología de riego por goteo. Ya lo habíamos visto en La Ligua, pero en este valle los cerros parecen dibujados con las plantaciones quie los cubren.
Subimos a la cordillera. Hacía mucho calor y el Río Blanco bajaba torrentoso. Pero a medida que subíamos se abría la cordillera majestuosa ante nuestros ojos y un viento fresco nos informaba de un clima para valientes.
Llegamos a la Avanzada Los Libertadores y fuinos atendidos con generosidad por los funcionarios de Aduana, que nos permitieron comprender la seguridad que debe aplicarse a los controles fronterizos.
Los perros que ayudan a detectar drogas y material orgánico, se mostraron amables y juguetones, pero su ayuda es fundamental para impedir que ingresen ocultas mercancías prohíbidas.
En plena cordillera tomamos muchas fotos de grupo. Lo mismo hicimos en la Laguna del Inca, hasta que llegamos a Río Blanco, donde nos esperaban con paciencia para almorzar. Nos atendieron en el Regimiento de Alta Montaña y nos mostraron un poco la vida de servicio de quienes hacen soberanía en el corazón cordillerano.
Hubo que cambiar una goma y ese rato se aprovechó para jugar en una tarde soleada que empezaba a nublarse, enunciando agua. Cuando retomamos viaje se hacía ya de noche, llegamos a Viña Mendoza y allí conocimos lo que es hoy la empresa familiar que tiene más de 160 años de vida.
Los brindis arrancaron y luego una especial alegría se compartía en el fondo del bus.
Me plegué al festejo y dejé seguir contando para un momento más tranquilo.
¡Salud!
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